A Lygon Stevens le encantaba escalar montañas con su hermano Nick. Ambos eran montañistas experimentados, y habían alcanzado la cima del Monte McKinley (Denali), el más elevado de América del Norte. En enero de 2008, los alcanzó una avalancha en Colorado, en la que Nick quedó lesionado y Lygon, de 20 años, murió. Al tiempo, cuando Nick encontró el diario de su hermana en uno de sus bolsos, lo que ella había escrito lo consoló. Estaba lleno de reflexiones, oraciones y alabanzas a Dios; entre ellas, «Soy una obra de arte firmada por Dios. Pero Él no ha terminado; en realidad, recién empieza […]. Tengo en mí la huella de Dios. Nunca habrá nadie como yo […]. Tengo una tarea que hacer en esta vida que nadie más puede hacer».
En la década de 1960, se popularizó una balada titulada Pedrito en el desierto, que relata la historia de un sediento vaquero que cruza el desierto y encuentra una bomba manual de agua. Pedrito había dejado una nota instando a quien la leyera que no bebiera del jarro, sino que usara el contenido para alimentar la bomba.
Uno de los poemas cristianos más antiguos de la literatura inglesa es The Dream of the Rood [El sueño del crucifijo]. Un crucifijo es la imagen de Cristo crucificado. En esa antigua poesía, la historia de la crucifixión se narra desde la perspectiva de la cruz. Cuando el árbol se entera de que lo convertirán en una cruz para matar al Hijo de Dios, rechaza la idea. Pero Cristo consigue la ayuda de ese árbol para dar redención a todos los que creen.
Hace poco, fui a la tienda de una costurera para que me reparara algunas prendas de vestir. Cuando entré, me animó ver algunas cosas colgadas en la pared. Un cartel decía: «Nosotros podemos reparar ropa, pero solo Dios puede reparar tu corazón». Cerca, había un cuadro de María Magdalena llorando angustiada cuando el Cristo resucitado estaba por revelársele. Otro cartel preguntaba: «¿Necesita oración? Oraremos por usted».
El 11 de septiembre de 2001, Stanley Praimnath estaba trabajando en el piso 81 del World Trade Center, cuando vio un avión que se dirigía directamente hacia él. Stanley hizo una rápida oración mientras se lanzaba bajo un escritorio para protegerse: «¡Señor, no puedo hacer nada!¡Encárgate tú!».
El rey David proclamó: «El Señor de los ejércitos, Él es el Rey de la gloria» (Salmo 24:10). La palabra selah se añadió posteriormente al final de este y muchos otros salmos. Algunos creen que hace referencia a un interludio musical porque, a menudo, se les ponía música a los salmos. Los eruditos bíblicos también sugieren otros posibles significados; entre ellos, «silencio», «pausa», «interrupción», «acentuación», «exaltación» o «fin».
Durante la Segunda Guerra Mundial, mi padre sirvió en el ejército estadounidense en el Pacífico Sur. En esa época, rechazaba cualquier idea religiosa, declarando: «No necesito ninguna muleta». Sin embargo, llegó el día en que su actitud hacia las cuestiones espirituales cambiaría para siempre. Mi madre estaba por dar a luz a su tercer hijo, y mi hermano y yo nos fuimos a acostar entusiasmados por conocer a un nuevo hermanito. Cuando me levanté a la mañana siguiente, le pregunté ansioso a papá: «¿Es un varón o una nena?». Me respondió: «Era una niña, pero nació muerta». Lloramos juntos y lamentamos nuestra pérdida.
En su libro, Junkyard Planet [El planeta chatarra], Adam Minter habla de la industria multimillonaria del reciclado de desechos. Señala que hay empresarios en todo el mundo que se dedican a buscar materiales descartados, como alambres de cobre, trapos sucios y artículos plásticos, para rediseñarlos y convertirlos en cosas nuevas y útiles.
Al principio de la Segunda Guerra Mundial, los bombardeos aéreos destruyeron gran parte de Varsovia, en Polonia. La ciudad estaba cubierta de bloques de cemento, caños rotos y trozos de vidrio. Sin embargo, en el centro de la ciudad, gran parte de uno de los edificios dañados permanecía obstinadamente en pie. Era la sede polaca de la Sociedad Bíblica Británica e Internacional. Estas palabras todavía se leían sobre una pared: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mateo 24:35).
Una de las imágenes más conocidas de los Estados Unidos es el cartel en California que dice «HOLLYWOOD». Gente de todo el mundo visita esa ciudad para ver en el cemento las huellas de estrellas y observar a celebridades que pasen por allí. Es difícil que los turistas no vean el letrero sobre la colina.